Quienes me conozcan bien sabrán que soy asiduo lector de
Biblioteca digital Ciudad Seva. Aquellos que me conozcan bien, también, conocerán que soy muy exigente con lo que leo (he allí la crítica más dura de toda la historia hacia el libro de Sheldon), y que, si soy tan exigente con lo que leo, lo soy aún más con lo que pago para leer. Ya lo he dicho en otras ocasiones, pero nunca está de más repetirlo: soy una de las personas más tacañas que os podáis imaginar. Es por esto que, salvo contadísimas excepciones, prefiero los libros electrónicos y los materiales digitales. En principio, por la cuestión monetaria antes aludida; pero en un segundo término... es una cuestión de practicidad aplicada. Si yo compro un libro en papel, tengo que tirarme dos semanas escaneando y digitalizando para poder leérmelo por completo (y qué queréis que os diga, escanear es un perno gigante).
Si bien conozco muchas bibliotecas virtuales, siempre he preferido Ciudad Seva también por una cuestión práctica. En esta biblioteca, a diferencia de muchas otras, no necesitas registrarte, ni descargar ningún pdf, ni hacer nada que esté fuera del alcance de alguien que de tecnologías confunde el mouse con una rata (bueno, ahora ya no los confundo, pero la primera vez que me dijeron "agarremos el ratón" sí lo hice). Uno va, busca los autores que le gustan, muestran los cuentos y obras que tienen de esos autores y se lee lo que le plazca. Luego sale y si te he visto no me acuerdo. ¿Simple, no? Pues sí, es muy sencillo y simple (y esta es uno de los principales motivos por los que no quiero hacer esta crítica).
Hasta aquí todo bien, ¿no? Pues si todo estuviera bien no estaría escribiendo esto.
Esta biblioteca virtual cuenta con un útil servicio de distribución de mail: NotiCuento. Como creo que podéis inferir del nombre de la propuesta, consiste en el envío semanal y gratuito de un cuento clásico a tu casilla de correo electrónico a través de los grupos de distribución de Google. Lo cierto es que la idea me enganchó mucho en su momento. A veces andamos muy apresurados por la vida, nos olvidamos de hacernos un hueco para leer un rato y terminamos pasando sin darnos cuenta de leer en toda la semana. ¿Qué mejor? Un cuento por semana, te llega al mail y puedes acceder a él de forma rápida y fácil.
[Nota: Resumiendo, acepté la propuesta sólo para mantener un hábito lector.]
Las dos primeras semanas que estuve suscripto me enviaron los cuentos... Luego siguieron enviándome los cuentos, pero también comenzaron a enviar otras cosas. Esta biblioteca fue creada en los años noventa, creo recordar, no estoy del todo convencido, por Luis López Nieves, escritor puertorriqueño. Según lo que he leído en la biblioteca, este hombre es uno de los más reconocidos literatos de la hora latinoamericana actual y un revolucionario de la novela histórica en Puerto Rico. Coincidió que, dos semanas más tarde de mi suscripción a NotiCuento, este hombre publicó una nueva novela llamada
El silencio de Galileo. Como no podía ser de otra forma, comenzaron a enviarme mensajes de publicidad del estilo "en x días se publicará la nueva novela de Luis López Nieves". Después ponían récords de venta, comentarios positivos de periódicos, universidades y académicos... En fin, la típica campaña publicitaria para promocionar un libro.
Ante esta situación me dije con calma: "Bueno, es hasta que la fiebre de Galileo se pase, dentro de un mes volverá todo a la normalidad". En efecto, querido público...
... eso lo pensé hacia agosto del año pasado (ahora mismo no recuerdo bien las fechas, pero sí sé que fue por esa época). Recuerdo haber pensado que el argumento de la novela era bastante bueno y se lo debería tener en consideración. El problema es el siguiente: ya han pasado once meses y me siguen llegando mensajes publicitarios en mails aparte... y hace un par de semanas vi que me enviaron publicidad con los mismos cuentos. Este no es el mayor problema, sino que el problema es que ahora también me están enviando publicidad sobre novelas anteriores a
El silencio de Galileo. Es decir, estoy convirtiéndome en todo un experto de la bibliografía de Nieves sin yo querer convertirme en un experto.
Analicemos la situación un poco. Yo hice un trato levemente vinculante en el que solicitaba el envío de un cuento clásico por semana (casualmente, elegido también por Luis López Nieves). Como he dicho, el contrato, por denominarlo de alguna forma, es levemente vinculante (esto significa que, si yo lo deseo, puedo cancelar la suscripción y aquí no ha ocurrido nada). El problema es que yo pedí o solicité un cuento clásico por semana, ahora me han metido el cuento clásico por semana... y también me han enganchado los mensajes para hacer publicidad sobre un libro de Luis López Nieves (por cierto, hasta que encontré Ciudad Seva, en mi vida había oído hablar de este literato).
No estoy en contra de la publicidad. Después de todo, el hombre es escritor y necesita vivir de lo que vende, ¿no? Después de todo, si algún día saco algo en una editorial tendré que hacer publicidad para que el libro se venda, ¿no? El problema está en cómo se hace publicidad. Imaginaros que vosotros pedís una pizza a una cadena de comida rápida. De acuerdo, tras media hora tocan el timbre y llega la pizza... pero con la pizza también llega una hamburguesa con papas y un lomito. Tú sólo has pedido la pizza, no has pedido ni la hamburguesa ni el lomito. Lo más cercano que se puede llegar a hacer es que te lleven un volante donde anuncien otras comidas y los precios, lo cual sí resulta útil y es una forma saludable de publicitar. Imaginaros que estáis en un restaurante y que, con lo que vosotros habéis ordenado, os vuelven a traer la carta. Resulta algo verdaderamente fastidioso, por no decir de mala educación.
Es bueno hacer publicidad, el problema radica en centrarse en cómo, dónde y cuándo. Si yo he pedido sólo un cuento clásico por semana, nadie tiene derecho a enviarme a mí un mail con publicidad indeseada (spam) con la nueva novela de Luis López Nieves. Se han aprovechado de que he dejado mi mail en una lista de suscripción a un cuento para añadirme a una lista de distribución de publicidad. No me hubiera molestado si hubieran enviado los correos durante un par de semanas (de hecho, creo recordar que cuando lo leí me dije "mira que interesante, debería leer esta novela"), pero como dice el dicho, "lo poco agrada y lo mucho empalaga".
En teoría la publicidad se hace para que un receptor adquiera determinado producto (recurso apelativo del lenguaje); pero estas personas, con la campaña publicitaria masiva e indeseada, sólo han conseguido que yo tenga menos ganas de las que tenía de leer la novela. En principio, porque no me gusta mucho la novela histórica (salvo en contadas excepciones); en segundo lugar, porque no me interesa la historia de Puerto Rico en particular, y en una tercera instancia... digamos que la novela epistolar que genera Luis López Nieves no me llama la atención, ni en términos literarios de gusto personal ni en términos literarios de estudio (es decir, no me atrae en lo más mínimo). Quizás dentro de unos años pueda llegar a interesarme (más de un modo académico que por motivación de lector) por la obra de Nieves y allí sí iré a comprar alguno de sus libros. Pero ahora
El silencio de Galileo, El corazón de Voltaire y Seva me tienen hasta la coronilla. Al principio recuerdo que dije que el argumento me había gustando un poco, pero ahora lo veo como una mala imitación de un argumento volado de Dan Brown (la paternidad del telescopi).
No sé qué es lo que pretenden al aprovechar el hecho de estar suscripto a una lista de envío para hacer llegar publicidad basura a medio planeta. Quizás quieran apelar a la falta de paciencia de las personas. Por ejemplo: "Dios mío, estoy harto de leer todas estas cosas del dichoso libro. Voy y me lo compro y luego llamo diciendo algo como 'tengo el libro, dejadme en paz'". En lugar de apelar al recurso (valga la redundancia) apelativo del lenguaje, pueden apelar al recurso desgastivo (dícese de desgastar a las personas con el sólo hecho de reiterar algo una y otra vez).
¿Entendéis porqué estoy molesto? Lo tomo como una agresión a la libre elección. Yo elegí un cuento por semana en mi correo electrónico, pero yo no elegí que, por estar suscripto a esta lista de distribución, comenzaran a enviarme spam por montones (porque hace un tiempo recibí tres mails en el mismo día). Yo no lo elegí, porque cuando yo di "aceptar" en ningún sitio leí lo de "además del cuento clásico semanal, le enviaremos en un correo adjunto publicidad nociva y subliminal sobre las obras más aclamades de Luis López Nieves".
Lo peor es que no puedo activar un filtro que lo elimine por completo, porque entonces me elimina también los que no son spam... Que encrucijada.
Y llegamos hasta este momento. ¿Qué puedo hacer yo ante esta situación? Si les digo que dejen de enviarme el spam me dirán: "Elimine la suscripción a NotiCuento". Si amenazo con eliminar la suscripción a NotiCuento ellos me dirán: "...". En otras palabras, les importará tres rabanitos con ocho cuartos el que yo deje o siga en la lista de envío. ¿Para qué escribo esto, entonces?
Hem... bueno, supongo que para quejarme, nada más sano. Así que ale, ya sabéis, ahora todos a organizar un ejército de veintisiete soldados conmigo al frente y atacar la fortaleza virtual de Ciudad Seva.
¡A la caaaarga!